Preparando la impresión: el arte de la Fotografía (y 2)

La traducción hecha en la propia cámara – Guardar la foto como JPEG

“Ciencia es todo aquello que entendemos lo suficientemente bien como para explicárselo a un ordenador. Arte es todo lo que hacemos.”- Donald Knuth

La complejidad de la fotografía tradicional, provocó que los avances en la automatización de los procesos se produjeran a un ritmo muy lento. Aún cuando los investigadores comprendieron qué es lo que quería la media de los consumidores, entender la química y los procesos que dieran respuesta a estas peticiones era una tarea tediosa e inexacta. A veces sólo se pueden lograr aproximaciones. Además, las cámaras no pueden enviar datos sobre la escena o las preferencias del fotógrafo a la impresora o laboratorio con cada una de las imágenes. Un consumidor descontento tenía que devolver la copia al laboratorio con notas aclaratorias para obtener un resultado final mejor. Los sistemas automatizados no podían predecir que se quería el primer plano más claro debido al contraluz de la toma, y este tipo de situaciones casi siempre se procesaba mal.

La cámara digital lo cambió todo. En un abrir y cerrar de ojos, 100 años de investigación de todo el mundo sobre la ciencia del color se pueden aplicar de una forma mucho más fácil. Ya no tenían que pasarse años en la búsqueda de aquella fórmula química mágica para que cada uno obtuviera, por ejemplo, los tonos de la piel a su gusto. Simplemente se programa la traducción de los datos y ya está.

Los cambios efectuados a los tonos de piel ya no deben afectar a los otros colores. Los sistemas automatizados que se prepararon para los laboratorios de revelado rápido ahora se pueden poner en la propia cámara. Cuando se toma la imagen la cámara puede analizar la escena y elegir uno de los modos preprogramados de revelado (traducción de datos) que lleva incorporados. Esos modos pueden ser muy complejos y mucho mejores que cualquier otra cosa que un servicio rápido de laboratorio nos podía hacer. También tenemos ahora información adicional disponible que nos ayuda a la toma de decisiones. Un sensor de luz en la cámara puede leer el color de la fuente de luz predominante en la escena y configurar la cámara con ajustes optimizados para fotografía al aire libre, en interiores, de deportes, etc. El enfoque automático informa al procesador de la cámara de la distancia que hay hasta la escena o el objeto fotografiado. Si estás al aire libre, y toda la escena está en el infinito, la cámara supondrá que se trata de una fotografía de paisaje y en consecuencia podrá fijar el modo del disparo. El usuario ahora puede añadir información en el mismo momento de la captura. Con la elección del modo de disparo, el usuario puede programar la cámara para que haga un revelado concreto de los datos. Por ejemplo, la mayoría de las cámaras tienen un modo de contraluz. Con él no sólo cambiará la exposición sino que ajustará la interpretación de los datos para sacar detalle en las sombras.

Por todas estas razones se ha incrementado mucho la calidad aparente de la fotografía de consumo. En relación con la calidad, probablemente se obtengan hoy en día resultados mucho mejores con las cámaras digitales que aquellas copias que se obtenían con película revelada en laboratorios “en una hora”. Si además uno es un fotógrafo algo experimentado y sabe calcular correctamente la exposición de una toma, los resultados pueden, en promedio, ser mejores a aquellos que desde un rollo de película haría incluso un laboratorio profesional. Sin embargo, si se envía una fotografía en particular a un laboratorio profesional y se les pide una copia, la intervención en el proceso del individuo humano continuará produciendo un mejor resultado. Proceso manual o automático, suena ¿verdad? Lo que la tecnología puesta en las cámaras compactas digitales “point-and-shoot” en general nos ha aportado son unos mejores resultados. El resultado en la mayoría de las fotografías es agradable y reconocible, con una mínima intervención. Lo que no pueden hacer es percibir la escena como lo hacemos nosotros. La imagen del barco en la niebla siempre será gris, con bajo contraste y plana. La cámara nunca acentuará el contraste de la vela. Cuando la vela ondeó al viento, sólo percibimos el contraste de sus bordes en nuestro cerebro. La cámara no lo pudo ver. Estábamos de pie bajo el dosel de un bosque, y la oscuridad reinante nos hizo sentir la escena que había delante de nuestros ojos, brillante y luminosa. La cámara no la siente de esta manera.

Entonces nos podemos hacer la pregunta: ¿podemos apañarnos guardando tan sólo JPEG y si acaso arreglarlo posteriormente con un programa de tratamiento de imágenes?

Los inconvenientes

Cuando una cámara digital traduce los datos referidos a la escena y los almacena en un archivo JPEG, lo que se obtiene es una imagen referida a la copia, lista para su impresión. Si lo único que queremos es imprimir la imagen tal y como la ha creado la cámara, ya la tenemos. Sin embargo, si queremos una traducción distinta de los datos de nuestra escena y con la misma calidad, lo tenemos del todo imposible. El fichero JPEG es ya de por sí una impresión (copia), es el producto de una traducción de datos, ya no podemos volver atrás.

En el flujo de trabajo de una película tradicional, si el laboratorio nos entrega una copia con los brillos apagados, ¿devolveremos la copia al laboratorio para que la arreglen? Por supuesto que no. Entregaremos el negativo o la diapositiva para que hagan una copia nueva. Los ficheros JPEG ya no contienen, por ejemplo, datos de las luces altas o del rango dinámico, que sí estaban presentes en los datos RAW. Estos datos son irrecuperables desde los ficheros JPEG.

La traducción hecha por la cámara hacia ficheros JPEG es un proceso destructivo de datos. En primer lugar se fija la ventana de exposición, determinando qué parte de las altas luces o de las sombras de la escena deben despreciarse. Luego se aplican curvas de ajuste y cambios de color con el fin de pasar los datos desde el estado de referidos a la escena hasta el de referidos a la copia. El paso final es la drástica reducción de datos originales de la imagen con miles de tonos captados por el sensor (en general de 12-14 bits por píxel) a la cantidad necesaria para la impresión final (por lo general 8 Bits.) Incluso conociendo la curva original de corrección que se ha utilizado para la conversión, no podemos revertir el proceso. Hemos perdido definitivamente una gran parte de los datos originales de la escena, y que con la tecnología actual nuestra cámara fue capaz de obtener.

Una exposición correcta que encaje con tus objetivos artísticos siempre producirá una buena fotografía, tanto si utilizamos RAW como JPEG. Un JPEG referido a la copia producto de una perfecta exposición puede llegar a ser lo que uno desea. Sin embargo, una exposición incorrecta en JPEG siempre producirá un resultado incorrecto. Ningún ajuste la resucitará. Un RAW es menos estricto con respecto a la exposición escogida. Una mala exposición en RAW tiene más información sobre la escena y por supuesto una mayor latitud de ajuste. Es algo parecido a la diferencia que hay entre usar negativos de película y diapositivas. Con negativos de película tenemos más latitud en el cuarto oscuro, recordar que podemos trabajar con la exposición en la ampliadora. La exposición utilizando diapositivas es mucho más crítica. El RAW es similar en este sentido.

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Figura 10: Este es un caso extremo, pero un buen y real ejemplo de lo que puede perderse si solo se dispara en JPEG. La primera imagen se corresponde a un JPEG generado directamente por la cámara de una luna llena con un hermoso color marrón-naranja, y con la luna como única fuente de luz. La cámara usó a la luna para determinar el balance de blancos, con lo que quedó de color gris y no naranja. La segunda es el JPEG anterior corrigiendo tono y color en Adobe Photoshop. No es posible extraer detalle en la parte de luces altas ya que ha sido cortado por la propia cámara. Se pueden observar también artefactos que se han realzado en el proceso de corrección. La última imagen se corresponde con un procesado en Adobe Lightroom de un fichero RAW de una fotografía exacta a la anterior. Lightroom fue capaz de recuperar el detalle en la parte de altas luces y extraer el color tal y como yo lo recordaba.

Cuando veo a mi amigo Ángel Trotter tomando fotos me sorprendo de su capacidad de adecuar, al instante, la exposición de cada escena a la visión artística que tiene en su mente. La visión de Ángel es más sobre el contenido, la disposición, el encuadre y el color. Le gusta la forma en que su cámara traduce los tonos. Cuando Ángel mira una escena ya sabe lo que quiere en la copia final. También sabe exactamente cómo configurar su cámara y la exposición necesaria para alcanzar su objetivo. Los JPEG que provienen directamente de su cámara a menudo son lo que él buscaba en la foto.

Sólo hemos tenido 50 años de experiencia disparando millones de imágenes principalmente en diapositiva. Pocos de nosotros hemos alcanzado jamás esa intuición midiendo nuestras exposiciones. Si se parecen en algo a mí, la mayoría de las veces nuestras exposiciones están desplazadas desde medio a un diafragma entero, e incluso a veces dos. Cuando tienes que reaccionar en 5 segundos para tomar la que será la fotografía de tu vida, aquella que tiene una luz perfecta que justo asoma en medio de las nubes, ¿expondremos correctamente? ¿Deseamos obtener un JPEG de nuestra mala exposición, con la imposibilidad de recuperar las luces altas pérdidas? O bien, ¿queremos un RAW, archivo desde el que podremos recuperar los 2 diafragmas cortados en nuestro JPEG? Desde aquí animo a Ángel, a que recoja ambos formatos a la vez JPEG y RAW. Si bien casi siempre su exposición es correcta, vale la pena el esfuerzo por las ventajas de poder trabajar la nitidez, el tamaño, y los detalles con el archivo RAW.

El procesador de RAW

El flujo de trabajo de los RAW devuelve al fotógrafo digital el concepto de un “negativo” rico en información, rico en datos manejables. Hay autores que se refieren a los ficheros RAW como “el negativo digital”. El fichero RAW está formado con los datos referidos a la imagen, captados por el sensor, al completo, y son los mismos que el sistema automatizado de la cámara utiliza para producir ficheros JPEG. Ya no se pierden para siempre datos tan sumamente importantes, los tenemos a nuestra disposición en cualquier momento.

Al igual que un negativo de película, el fichero RAW no puede utilizarse hasta que no se hayan traducido -“revelado”- los datos que contiene. Para hacer el proceso de revelado de los ficheros RAW en un ordenador precisamos de un programa llamado procesador de RAW. El Cámara RAW incluido en Photoshop y el Adobe Lightroom son ejemplos de tal tipo de aplicaciones. Hay muchas otras.

De la misma forma que hay diferentes tipos de película, de ampliadoras y de productos químicos, hay diferentes procesadores de RAW. Cada aplicación provee al usuario, con el fin de ajustar el revelado, su propio conjunto de herramientas o de controles. De igual manera que no existe un conjunto de equipamiento “correcto” para el cuarto oscuro, no hay una forma correcta única de diseñar un procesador de RAW.

Lo que un procesador de RAW tiene que hacer es bien conocido. Los controles ofrecidos para ajustar los diferentes parámetros en el revelado son determinados por cada uno de los diseñadores de tales aplicaciones. Cada procesador de RAW tiene herramientas diferentes, y continuamente se están desarrollando de nuevas. Realmente este tipo de aplicaciones están en plena infancia y de buen seguro que evolucionarán rápidamente en los próximos años.

La clave de todo es recordar que podemos regresar siempre al fichero RAW y volver a revelarlo. A medida que los procesadores de RAW sean más sofisticados, herramientas nuevas nos aportarán mayor control al proceso y tendremos nuevos y excitantes métodos de revelado. De la misma manera que mejores productos químicos y mejores papeles nos permitieron hacer copias de antiguos negativos que eran muy superiores a las que se hicieron en tiempos pasados, nuevas herramientas de revelado digital nos permitirán mejorar las copias digitales reveladas desde ficheros RAW.

En otro orden de cosas, también está progresando mucho la tecnología de la impresión en papel. No es una fantasía que podamos pensar en que, en un próximo futuro, se invente una impresora, tinta y papel capaces de contener un ratio de contraste de 500:1. Si en aquél momento no disponemos de nuestros ficheros RAW no podremos revelar una imagen de forma específica para este nuevo tipo de impresora. Si lo único que tenemos es un JPEG habremos perdido la información que para ello necesitamos.

Un punto de partida neutro

Los procesadores de RAW como Lightroom nos muestran en un principio un revelado neutro y partiendo de este punto nos permiten reconstruir nuestra visión de la escena. Esto puede causar confusión y frustración a los usuarios novatos. Si se está acostumbrado a mirar el JPEG producido por nuestra cámara, el revelado inicial del RAW no coincide con él por varias razones.

Un JPEG originado en la cámara es el resultado obtenido por un procesador automatizado de RAW que hay dentro de la misma. Este procesador no acepta ningún tipo de injerencia por parte del fotógrafo. Conceptualmente podemos pensar que la cámara está escogiendo todos los parámetros y ajustes en su lugar, sobre la base de la mejor estimación de aquello que se desea. Cada fabricante de cámaras ha invertido años de investigación desarrollando el procesador interno para cada una de sus cámaras y los algoritmos que predicen cómo ajustar cada una de las imágenes.

Cuando se abre un fichero RAW en Lightroom, el programa no intenta ajustar a lo que uno quiere. No asume preestablecidos. En su lugar aplica un conjunto de posiciones por defecto para cada uno de sus ajustes. Estos ajustes desechan muy pocos de los datos originales de la escena y proponen una imagen referida a la copia de una forma estándar y repetible. Esto nos permite ver aquello que hay “en el negativo”. De ahí obtenemos una buena idea de toda la información que tenemos para trabajar con ella. Después de un corto período de aprendizaje seremos capaces de entender este revelado original y reconocer instantáneamente cómo obtener lo que queremos. Es una buena idea pensar en este punto de origen cómo si fuera la copia que obtendríamos con un tiempo de revelado químico estándar y con una exposición estándar en la ampliadora, para una película. Al final, para poder hacer cambios, debemos tener algún punto de partida. Para obtener nuestra visión de la escena, nuestra obra de arte, debemos ser capaces de ver aquello con lo que contamos para trabajar y llevarlo hacia nuestro objetivo final. Este punto de partida neutro es una referencia que con el tiempo el artista aprenderá a apreciar. A su vez nos enseñará a cómo obtener imágenes que contengan más información. Todo y que en mis principios los procesadores de RAW que había tenían muy limitadas sus funcionalidades, después de trabajar con ficheros RAW unos pocos meses, cambié completamente la forma en la anteriormente capturaba mis imágenes en diapositiva, de tal manera que ahora tengo más información con la que trabajar cuando revelo mis RAW.

En principio puede parecer que esto nos dará mucho trabajo adicional. Para algunas imágenes que consideremos importantes, seguro nos lo dará. Para otras no es tanto como se pueda imaginar. Lightroom y otros procesadores de RAW nos permiten preparar conjuntos de ajustes predefinidos y nos permiten sincronizar ajustes a muchas imágenes a la vez. Si se tienen 20 imágenes tomadas al mismo tiempo, puede aplicarse a todas ellas a la vez unos ajustes similares. Realmente deberemos ajustar una de ellas y copiar estos ajustes a las otras.

Los métodos utilizados por los procesadores de RAW y su diseño avanzarán a un ritmo muy rápido. Lo más importante es capturar y guardar nuestros datos en ficheros RAW. A medida que avance la tecnología querremos tener la posibilidad de revelar nuestras imágenes más importantes con nuevas tecnologías. Si lo único que tenemos son JPEG, no será posible. Recuerde, nunca debemos tirar nuestros negativos.

Conclusiones

Una escena en el mundo real contiene mucha más información de la que podemos reproducir en cualquier tipo de medio. La percepción humana ha evolucionado de tal forma que esta información es captada de una forma muy original. A diferencia de la fotografía, en el proceso de recordar una escena como seres humanos, la condensamos en objetos, relaciones y emociones. Lo que vemos cuando miramos una escena, lo que recordamos de ella, y las respuestas emocionales o de afecto que nos evocan, solamente se basan en parte en la luz que de ella emana. Una buena fotografía se esfuerza en reproducir la experiencia humana de la visión sin beneficiarse de la salida del sol o del frio, del movimiento o del ruido.

La ciencia ha hecho grandes avances con los que obtener una copia fotográfica tal que sea claramente reconocible como la escena original. Efectivamente, las cámaras digitales actuales producen mejores copias en procesos automáticos que cualquier sistema fotográfico anterior. Su habilidad para crear una copia que sea placentera a la mayoría de la gente es excelente. Sin embargo, ninguno de esos revelados es “correcto”. Puede ser porque cada persona tiene su propia percepción de la realidad.

Hoy por hoy las cámaras digitales guardan sus revelados como ficheros JPEG. Los JPEG son copias, ficheros con datos referidos a la copia. El revelado se ha completado y una parte importante de la información sobre la escena original se ha perdido. Guardar solo los datos en JPEG significa tirar a la basura el negativo para siempre. Si se quiere la opción de interpretar la escena por parte de uno mismo, se deben guardar los datos RAW.

Cuando se abre un fichero RAW, el programa de revelado produce un revelado neutral de la imagen, un punto de partida con el que iniciar el proceso. No es lo mismo que el revelado automático de la cámara. Esta designado para utilizar todos los datos disponibles de la escena con el fin de darnos una referencia. Un artista grafico experimentado puede mirar un negativo y sabe lo que hacer con él, de la misma forma un artista grafico que utiliza ficheros RAW aprende a mirar el revelado “neutro” del procesador de RAW. Puede ver qué es posible y qué no lo es y conoce qué controles debe manejar para obtener su copia final. A su vez es importante comprender que no hay una manera correcta de realizar un revelado neutral. De hecho, al igual que los JPEG de la cámara, varía según el fabricante. En el cuarto oscuro se aprende cómo responde la marca de papel que se utiliza. De la mima manera, con experiencia se aprende cómo debe utilizarse el procesador de RAW, y seremos capaces de obtener revelados satisfactorios a partir de nuestras capturas digitales en RAW.

El software de procesado de RAW nos da más control sobre el revelado que ningún otro proceso en la historia de la fotografía. Las herramientas que disponemos controlan aspectos de la copia que eran imposibles de controlar con la fotografía clásica. La velocidad con la que se ha avanzado no tiene precedentes, y continuará evolucionando. El hecho de poder procesar de nuevo nuestro RAW una vez y otra a lo largo del tiempo, usando para ello nuevas herramientas con las que reinterpretar la copia final es una posibilidad excitante. Creo que ningún avance anterior en fotografía tuvo nunca un impacto tan importante en la expresión artística como el procedimiento de trabajo en RAW.

Como fotógrafos nuestro trabajo es interpretar una escena en una copia final. Debemos tomar decisiones sobre lo que debemos dejar y lo que tenemos que quitar. La impresión fotográfica tiene limitaciones. Para compensar estas limitaciones debemos enfatizar unas partes de nuestra escena y rechazar otras con el fin de conseguir una impresión que evoque nuestra percepción original de la escena. El procedimiento de trabajo de los ficheros RAW permite expresar nuestra visión artística.

La escena es nuestro mensaje, la fotografía nuestro medio y el revelado es arte.

No sé qué es lo que quiere decir con eso de la «gloria» – dijo Alicia.
Humpty Dumpty sonrió despectivamente.
-Pues claro que no…, y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que «ahí te he dado con un argumento que te ha dejado bien aplastada».
-Pero «gloria» no significa «un argumento que deja bien aplastado» – objetó Alicia.
Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos.
-La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
-La cuestión -zanjó Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda…, eso es todo.

De “A través del cristal y lo que allí Alicia encontró” de Lewis Carroll (1871)

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