Anónimo. Cataluña. Taller de La Seu d’Urgell alrededor del año 1200, actualmente forma parte de la colección permanente del Museu Nacional d’Art de Catalunya.
Pintura al temple, relieves de estuco y restos de hoja metálica corlada sobre tabla de madera
Los baldaquines son muebles que cubren el altar, decorando y monumentalizando el espacio más sagrado de la iglesia. Los del tipo plafón, como el de Tost, son una producción característica del románico catalán. La tabla o plafón pintado estaba sostenido en posición horizontal por una estructura de vigas que se encajaba en la pared del ábside. Los baldaquines-plafón ofrecían una alternativa eficaz y económica a los baldquines en forma de templete, de los cuales solían disponer las iglesias más ricas.
La imagen central del baldaquino de Tost es un Cristo en Majestad, rodeado como es habitual en estas pinturas de una mandorla alrededor de la cual se encuentra el tetramorfo o representación de los cuatro evangelistas canónicos, cada uno de los cuales lleva, en lugar del libro del Evangelio de ejemplos más primitivos, un rótulo o filacteria con su nombre. Jesús lleva un libro en la mano izquierda donde se puede leer “Ego sum lux mundi” (‘Yo soy la luz del mundo’), una fórmula también prototípica de esta iconografía románica. Con la derecha hace el signo de bendición. Los rasgos del rostro presentan ya características que anticipan el gótico, un poco menos planos que la cara románica estándar. La policromía del conjunto se ha conservado bastante bien, con tonos vivos rojos, verdes y azules.
En el águila de Juan y el toro de Lucas se puede observar, en especial, la subordinación de la figura a su marco, es decir, en el espacio que se dispone, aunque esto represente una distorsión extraña o antinaturalista de las formas. Aquí, la manera de resolver la configuración de estos dos símbolos es especialmente remarcable. El estilo pictórico, por otra parte, evidencia algunos rasgos figurativos de carácter más naturalista, como la figura y el rostro del ángel de Mateo, más próximo al nuevo espíritu del gótico.
Esta confluencia de recursos propios de dos lenguajes pictóricos evidencia las influencias y tensiones artísticas de una época de cambio. En cuanto a los colores, la restauración reciente ha permitido recuperar el azul y el rojo originales.